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Artículos realizados por alumnos, ex-alumnos y colaboradores del área social del Institut Integratiu. Todas las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión del Institut Integratiu.
Te odio y te guardo rencor
por Eva Felix
Estoy sentada en el sofá de mi casa y no lo puedo evitar. Siento que te odio y siento que te guardo rencor. Estoy en una lucha y se que dije que te había perdonado pero solo lo dije con la boca. Intenté que todo siguiera como si no hubiera pasado nada. Pero si ha pasado. Y me siento culpable porque se que lo correcto es hacerme cargo de lo que estoy sintiendo, sostenerlo y trabajarlo. Pero hoy no tengo ganas. Tengo ganas de patalear y ser una niña pequeña. Tengo ganas de recriminarte todo el dolor que me hiciste sentir. Y me siento juzgada, por mi! Como puedes decir eso, ya lo sabes, que nadie hace nada a nadie. Pues si! Lo digo y quiero gritarlo a los cuatro vientos, a grito pelado y maldecir una y otra vez tu nombre.
Estoy dolida, intenté ignorar el dolor, pero el dolor no se puede ignorar. Está ahí y tarde o temprano florece, sale, brota de los poros, por las pupilas, por la boca y te salen garras. Y te conviertes en un monstruo que se alimenta de la rabia. Y es más fuerte la rabia que las ganas de llorar. Y es ahí cuando no ves, no piensas y te conviertes en un niño frustrado, dolido y abandonado.
Y no encuentro hoy la serenidad en mi mente, no encuentro las palabras correctas para escribir este relato. Estoy sumergida en la rabia y no quiero aplicar absolutamente nada de lo que he aprendido. Estoy revelada y proyectando hacia el mundo mi dolor, mi ira, mi fuego.
Me siento fuerte, me siento capaz de trepar una montaña y llegar hasta el mismísimo cielo, me siento como un animal salvaje que corre sin mirar atrás detrás de su presa. Fuerte, como un águila imperiosa. La sangre la noto en cada uno de mis dedos presionando con fuerza cada tecla de este teclado, me bombea y la siento como veneno frio y negro navegando por mis venas.
Y ahora que?
Poco a poco me desmorono y siento que estoy en una montaña rusa de emociones. Pienso que hace un par de días me desbordaba el corazón del pecho, hambrienta y con sed de vida. Una felicidad incontrolable, paz, calma y sosiego. Armonía.
Y un detonante me hace convertirme en un monstruo con uñas negras aporreando un teclado. Y me siento de nuevo en esta montaña rusa, ahora arriba, ahora abajo, débil y fuerte. Amante de la vida y monstruo en sus horas libres.
Y que necesita este monstruo?
Necesito gritar, con todas mis fuerzas, golpear fuerte mi ira, sacarla de mi cuerpo. Necesito perderme en mi instinto animal, convertirme en ese tigre o esa gacela que corren y no son conscientes de la fuerza poderosa que hay en su cuerpo. Y sacar y gruñirle a la vida como si fuera un perro rabioso. Si me miras, te ataco, muerdo y soy peligrosa.
Y suelto y libero y me pierdo en mis movimientos, bruscos, fuertes, desenfrenados y golpeo y golpeo y vuelvo a golpear. Me quedo sin aire y me fundo en mi llanto. Me abrasan mis propias llamas y quiero prenderme en esta hoguera, en este fuego y que llegue hasta el universo. Y nacen como crisálidas las lagrimas en mis ojos y no las puedo detener. Me estoy quemando y una parte de mi ser esta intentando apagarme con mis lagrimas.
Y ya no me siento gacela, ni tigre, ni pantera. Con las manos en el suelo me encuentro un animal sensible. El monstruo a perdido su disfraz, se le han caído las uñas negras y su mandíbula ya no es de animal peligroso.
Entre mis manos una lagrima, mi cabeza cabizbaja la mira y en ella mi propia imagen. Una mujer. Es tan bello lo que veo que soy incapaz de contener las lagrimas y las dejo brotar. Me veo en todas y cada una de ellas. Unas más grandes y otras más pequeñas. Como soy yo en mi propia vida y lo entiendo. Por fin lo entiendo. Yo soy todas ellas, yo soy la del amor incontrolable, la del otro día, yo soy el monstruo que aporrea el teclado con las uñas negras, yo soy la que ama y también la que se ofende. La sensible y la dura. La que llora y la que ríe descontroladamente. La que se comporta como una niña pequeña que patalea en el suelo y la mujer firme y segura que te mira fijamente a los ojos y te reclama con deseo. Soy la guerrera que lucha por su hogar y la que se levanta temprano para ir a trabajar. Pero también soy la que un día no tiene fuerzas para levantarse y se queda colmada de lagrimas sentada en un sofá.
Y aquí y ahora amo a mi monstruo. Mi niña pequeña. Mi caprichosa y consentida buscando los ojos de papá. No es tan fiero el animal como lo pitan.
Y con esto me doy cuenta que estoy aprendiendo a aceptarme, en todas y cada una de mis facetas. Desde el ego pueden parecer unas mejores y otras peores, pero desde el alma son todas válidas y atractivas.
Y que quiere el monstruo? El monstruo quiere liberarse, el monstruo quiere amarse profundamente todos y cada unos de los poros de su piel. El monstruo quiere amarte a ti y quiere que lo aceptes y lo recojas tal y como es. El monstruo es una fuerza bruta, es magia. Se esconde con su capa negra ocultando su lluvia interna de colores, rosas, lilas, blancos… Todos ellos emergen de él. De ella.
Y se recoge y se apacigua tierno y cálido en su madriguera. Se acurruca, te besa y te acaricia. Te ama profundamente, porque el monstruo es como una crisálida que por naturaleza se convierte en mariposa. Y crea con sus manos la vida, la pone en todo lo que toca. Renace todo lo muerto que roza con su mirada. Y te ama y se ama profundamente.