En este artículo queremos rendir homenaje no solo a las madres, sino también a todas las personas que, de una u otra forma, ejercen el arte de maternar. Más allá del lazo biológico, el maternaje es una función esencial que implica acoger, nutrir, guiar y acompañar el desarrollo de otros seres humanos.
En el Institut Integratiu promovemos formaciones que impulsan el maternaje tanto hacia los demás como hacia uno mismo, lo que hoy en día muchos reconocen como el trabajo con el niño o la niña interior.
El maternaje es un fenómeno complejo y diverso en sus manifestaciones, por lo que en esta ocasión queremos poner el foco en un aspecto particular: la creatividad.
Abordado desde este prisma, el maternaje se revela como una poderosa vía de transformación, capaz de enriquecer profundamente tanto a quien materna como a quien es acompañado en este proceso.
Desde la perspectiva de Claudio Naranjo, la creatividad trasciende la simple capacidad de inventar o producir obras artísticas: es, ante todo, una manifestación de autenticidad y una vía de transformación interior.
En este espacio hemos reflexionado a menudo sobre la autenticidad, un concepto que, aunque parece sencillo, su ausencia nos conduce a reprimir nuestras verdaderas necesidades y a vivir desde patrones automáticos, dificultando la aceptación de la diversidad y limitando nuestro potencial creativo.
Maternar creativamente es estar presente, abierto a lo que emerge en el aquí y ahora, dispuesto a escuchar las necesidades propias y ajenas, y a responder de manera genuina.
Es “atreverse a actuar desde la experiencia propia”, en lugar de repetir mecánicamente lo aprendido.
Acompañar a otros en su proceso de descubrir quiénes son realmente, más allá de los condicionamientos y expectativas externas, es un proceso de liberación, donde se invita a explorar y a confiar en la propia intuición. Quien materna creativamente inspira a otros a atreverse a ser diferentes, a explorar y a expresarse con libertad.
Una de las formas más profundas de maternaje creativo es el uso del lenguaje simbólico: contar historias, actuar metáforas, inventar juegos y rituales. Pero la verdadera maestría en este arte no reside en repetir siempre los mismos relatos o fórmulas, sino en la capacidad de transformar lo aprendido en nuevas formas vivas y significativas.
Por ejemplo, una madre puede empezar contando un cuento tradicional, pero luego invita a su hijo a cambiar el final, a inventar un personaje nuevo o a representar juntos la historia con objetos cotidianos que adquieren nuevos significados: una cuchara se convierte en varita mágica, una almohada en montaña, una caja en barco pirata.
Así, como muestra la investigación sobre juego simbólico, el acompañamiento adulto que es flexible y facilitador permite que el juego y el relato evolucionen, abriendo espacio a la creatividad y a la sorpresa.
Este modo de acompañar no solo transmite conocimientos, sino que siembra en el otro la confianza para explorar, imaginar y soñar. Las metáforas y los símbolos actúan como “lenguaje del inconsciente”, permitiendo acceder a emociones y conflictos que la razón no siempre puede nombrar.
Cuando acompañamos utilizando herramientas creativas, estamos creando un espacio seguro para que cualquier persona pueda explorar sus miedos, deseos y potencialidades sin juicio.
La creatividad, entonces, se muestra en la capacidad de recoger lo aprendido y, en lugar de buscar la perfección de la repetición, atreverse a improvisar, a inventar juntos, a dejar que el cuento, el juego o el ritual crezcan y se transformen en cada encuentro.
Así, el maternaje simbólico y creativo se convierte en una experiencia de transformación y encuentro genuino, donde lo importante no es la fidelidad al guion, sino la apertura a lo que puede surgir entre quienes comparten el juego o la historia.
La creatividad en el maternaje no solo florece en los momentos de alegría, juego y celebración, sino que se revela con especial profundidad en la capacidad de transformar el sufrimiento en aprendizaje e integración.
El maternaje creativo invita a encontrar formas simbólicas, poéticas y auténticas de dar voz a lo que duele. Así como en el mundo del arte, la herida se vuelve obra y el vacío se transforma en posibilidad, se inspira a otros a explorar y resignificar sus propias experiencias difíciles, para que el dolor y las heridas se convierten en caminos para expresar lo que no puede decirse abiertamente.
Los sentimientos, por su propia naturaleza, suelen ser abstractos, difusos y difíciles de traducir en palabras. El dolor, en particular, tiene una cualidad persistente y transformadora: no es solo una emoción pasajera, sino una experiencia que puede dejar vacíos, modificar la percepción de la realidad y marcar profundamente la identidad de una persona.
Acompañar a otros en sus dificultades, y permitirles sentir y expresar esas emociones complejas, es enseñarles a transformar la adversidad en recursos creativos y vitales.
En el maternaje creativo, la presencia amorosa y la apertura a lo que emerge-sin negar ni reprimir el dolor-facilitan que el sufrimiento se convierta en una fuente de sentido y de crecimiento.
Claudio Naranjo señala que la verdadera creatividad surge de la entrega a la vida y de la conexión con algo más grande que uno mismo, ya sea el amor, la compasión o el misterio de la existencia. “Los que se entregan a la vida o a algo más grande resultan más individuales que los demás, los grandes creadores… tienen una estampa más individual…”, afirma Claudio, recordándonos que la autenticidad y la creatividad van de la mano con la capacidad de abrazar tanto la luz como la sombra de la experiencia humana.
Más allá de los roles tradicionales, maternar creativamente es una invitación a atrevernos a vivir desde el corazón, a explorar nuevas formas de acompañar y acompañarnos, aun cuando eso implique equivocarnos en el intento.
Da vértigo ser espontáneo y trabajar desde una Gestalt viva y creativa, porque nos expone a la incertidumbre y a la posibilidad de fallar, pero también nos abre a la magia de lo genuino y lo imprevisible.
Las experiencias que surgen de este modo de acompañar pueden llevarnos a una intimidad e intensidad donde el dolor se transforma en amor en cuestión de segundos. Esa es la capacidad transformadora de la creatividad: permitirnos ser vulnerables, improvisar, aprender de nuestros errores y descubrir, en el proceso, nuevas formas de conexión y belleza.
En este camino, el sufrimiento no se niega ni se oculta, sino que se integra como parte esencial de la vida, abriendo caminos de expresión, resiliencia y esperanza.
Maternar creativamente es, sobre todo, una invitación a la valentía de ser auténticos, a la confianza en el proceso y a la alegría de descubrirnos en constante transformación, porque la creatividad no solo transforma el dolor en amor, sino que también permite resignificar la experiencia y abrir nuevas posibilidades de sentido.
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